Esto no es un relato. Solo lo escribo porque no se cómo rellenar la ficha. Sí, sí, la ficha de rastreo. Y no es que me de pereza, que también. Es que lo tengo difícil. Igual tengo que mandar dos fichas. O no. A ver si me ayudáis.
Estaba yo medio dormido cuando a las 11 de la noche suena el móvil. Lo habitual, un cazador desde el monte, con poca cobertura: "...tirado un corzo...pataleando...se levantó...otro tiro entrando al monte..." Después de un par de llamadas más consigo enterarme. Condiciones ideales para un rastreo...fracasado: 28 grados, sol, no ha llovido desde hace dos meses, no hay sangre en el tiro y tengo al perro con una fístula y alimentándose a base de antibióticos. Pero un rastreador de AEPES no desespera por tan poca cosa y quedo para la tarde siguiente.
Salgo ligero de equipaje: collar, trailla, guantes, gafas, cinta, cuchillo, rifle, collar localizador, gps, balas, gorra de aepes, agua para el perro, agua para mí. ¿Me dejo algo? Siempre me dejo algo.¡Joder, el perro!
Allá que vamos. Tiro a unos 80 metros, en unos girasoles. El anschuss señalado. ¡Bien! Claras las marcas donde cayó el corzo pataleando. Y nada de sangre. Ni pelos. Vamos, que nada de nada. No, ni lo pienses. Repite conmigo: “no es un calentón de agujas”, “no es un calentón de agujas”.
Hay que ser positivos, nunca negativos. El perro, al olor del campo ha revivido. Entra al monte decidido, quizas más despacio de lo habitual. Mejor para mí. Pero no hay nada de sangre. A los 200 metros cruzamos un camino polvoriento. El teckel pierde interés. Vuelta al tiro. Repite conmigo: “no es un calentón de agujas”...Vuelta al mismo recorrido. Y no hay dos sin tres. Hace un calor. Repite conmigo...
Ahora llegamos al punto que todos los rastreadores avezados alcanzamos tras sesudas reflexiones: “voy a soltar al perro". Así entre nosotros, aunque no tengo ni idea de lo que ha hecho el corzo y estoy seguro de que así no lo encontraremos, pues eso, que lo suelto.
Batimos el monte (el más que yo, claro). Resultado: el esperado, nada. Salimos a los girasoles y me siento. ¡Que coño hace este perro!. Si es que no para. Se está restregando contra el suelo. ¡No!, seguro que es una carroña. ¡Quita de ahí!...¡pero si es un corzo! Vamos lo que queda de él: la piel de los cuartos delanteros, el cuello y parte de la cabeza y, eso sí, una preciosa cuerna. No pongo fotos porque me echarían de este foro y de cualquier otro. ¡Y que olor! Tampoco puedo poner el olor.
Pero bien, bien, no nos vamos de vacío. Luego me contará el cazador que hace unos veinte días tiró a otro corzo en el mismo sitio, no le dio (¿?) y se metió al monte (el corzo, no el cazador). Seguramente algún zorro sacó el cadáver del encinar para que nosotros lo encontráramos tres semanas después.
Bueno, a lo que íbamos. ¿Es un rastreo o dos? ¿Mando una ficha con rastreo fallido del corzo que íbamos a buscar o pongo que encontramos un corzo? ¿O medio corzo? ¿O mando dos fichas? Pero el segundo corzo ¿era un rastreo o un encontronazo? ¿Entonces no la mando? Estoy hecho un mar de dudas. Espero vuestra docta opinión: ¿qué hacéis en casos como este?