Saludos:
Ayer Aguirre y yo cosechamos nuestro primer fracaso en los rastros artificiales y, francamente, como no me había pasado hasta ahora, creo que actué con torpeza.
Rastro de seis horas con 200 cc de sangre de cerdo descongelada. El recorrido de unos 400 metros en semicírculo truncado por varios angúlos pronunciados, tres de ellos de 90º.
Terreno seco de monte bajo con mucha espiga (qué miedo me dan) aulagas, retamas y chaparras.
Llegamos al anchuss y dos metros antes Aguirre ya está nervioso. Le doy la orden de quieto, lo atraillo, le indico el anchuss y se lanza con la nariz pegada al suelo.
Resuelve los doscientos primeros metros con rapidez y eficacia pero, de repente, comienza a titubear y me da la impresión de que olfatea sin un rastro fijo, cosa que verifico en el GPS: nos estamos alejando del rastro en perpendicular.
Yo no había puesto el rastro, de modo que no sabía exáctamente por donde circulaba mas que por el GPS. Tampoco veía apenas sangre porque, salvo alguna gota en una piedra, se la había bebido el suelo reseco. Aquirre se empeña en bajar a un barranco y de allí no pasa. Lo llevo a la última gota de sangre que hemos visto y vuleta al mismo barranco. Comienzo a desesperarme porque nos cae la noche y estamos estancados, y mi desesperación se convierte en un tremendo enfado porque no entiendo qué está pasando. Finalmente lo llevo al último tramo y, a un metro de la presa, circunda el matorral donde está escondida y sale a toda pastilla por una senda ascendente. Ya no puedo más. Le quito la trailla, recojo todo y nos vamos al coche.
Esta mañana le he vuelto a dar otra oportunidad. Ya habían pasado veinte horas. De nuevo resuelve el primer tramo con eficacia e incluso se desvía del barranco de ayer y toma la senda correcta. Llegamos a una roca manchada de sangre que no pudimos ver antes porque ya se había despistado para entonces, y vuelve la esperanza y la confianza en mi Compañero. Pero no. Cruzado un carril, se empecina en dirigirse hacia la carretera y de ahí no sale. Lo llevo hasta la última mancha hasta seis veces y él vuelve a la carretera. El viento es bueno. Lo tenemos a la espalda y no revoca en ningún momento. No tengo ganas de volver a enfadarme y tener con él algún gesto intempestivo como ya me había pasado antes. De modo que lo dirijo de nuevo al último tramo. Se había quedado a escasos cuarenta metros. Y de nuevo hace lo mismo que la tarde anterior. Pisando la sangre, rodea el matorral y vuelve a salir disparado por la misma senda ascendente.
Ya no puedo más. Me cuesta contenerme y se me hace un nudo en la garganta intentando tragarme la rabia. Lo llamo, vuelve junto al matorral y por fín olfatea la piel y el premio y yo hago como si hubiese triunfado. Me cuesta, pero creo que es lo mejor. Un rato de juego con la cuerda de estímulo y a casa indigestado con el primer fracaso.
¿ Que ha pasado? Los primeros doscientos metros perfectos y después nada.
Un reguero de sangre al final del rastro y nada. Aquirre no había fallado ni siquiera en rastros de doce horas. ¿ Que ha pasado?
He pensado seriamente en dejarlo.
Gracias.