Con retraso (he andado liado estos días), os cuento el final. El viernes a las 17 horas estábamos en el monte. En esta ocasión me acompañaba el cazador. Nuevamente hacía bastante calor. Tras algún pequeño despiste llegamos, siguiendo las marcas, al punto en que habíamos dejado el rastro 48 horas antes. Otro error; no había marcado el lugar donde encontré tumbado al corzo. Probablemente hubiera sido mejor retomar el rastro desde allí. El perro, aparentemente cogió el rastro con decisión en el punto en que lo habíamos dejado. Seguimos así unos 30 minutos. Entonces vi cuatro gotitas de sangre. Me pareció demasiado fresca y de color mucho más vivo que la del día anterior, lo que me mosqueó. Más tarde comprobé que el perro sangraba de la lengua, por lo que dudo del origen de la sangre. Unos diez minutos después, en una zona muy espesa, Tobías ladró a una pieza. Me animé, aunque luego pensé que quizás habíamos levantado otro animal. El caso es que no lo vi y no se repitió el ladrido. Avanzamos un gran trecho durante una hora, por un terreno muy accidentado. El perro parecía decidido pero yo no tenía buenas sensaciones. Para mi es problemático no ver sangre, creo que más que para el perro. Dudo constantemente, pensando que seguimos un rastro caliente. Cuando se metió el sol, abandoné. Nos quedaba una hora de regreso por un camino difícil. Encontramos una mandíbula de jabalí con unos aceptables colmillos, pero de nuestro corzo nada.
Ahora bien, hemos aprendido mucho. No se si la pérdida del corzo tras tenerlo agarrado será una mala experiencia para Tobi. Espero que se desquite pronto.
Saludos a todos.