ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DEL PERRO DE SANGRE
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Foro de encuentro de la Asociación Española del Perro de Sangre (AEPES)
 
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 Un rifle, una fuente, un corzo y..... Zivo

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Eduard Melero
rdemingo
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rdemingo




Cantidad de envíos : 3
Fecha de inscripción : 09/03/2012

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MensajeTema: Un rifle, una fuente, un corzo y..... Zivo   Un rifle, una fuente, un corzo y..... Zivo Icon_minitimeVie Mar 09, 2012 4:48 pm

Bastantes veces me había acordado de la historia de un Juez de la Audiencia de Madrid al que, cazando machos monteses en los Jarales de Gérgal, y sin ningún aviso previo, se le descolgó la sujeción de la correa del rifle con el cañón y, su arma se convirtió en un artilugio inservible para lo que él más deseaba hacer en ese momento.

En la misma circunstancia vivida por el Sr. Magistrado, pero dos años después y 675 Km al norte, en un camino que cruzaba las siembras de cereal de un pueblo soriano llamado Valvenedizo, me encontraba yo, mirando perplejo como mi rifle se había resquebrajado en dos partes y clavándoseme en la cabeza una horrible doble sensación: de incredulidad por que no podía creer lo que veía y, de tristeza por ser uno de los últimos regalos que me había hecho mi Padre.

Se supone que tenía cita para ir a un esperanzador encuentro con un corzo que había sido localizado tumbado por Rafa, cuando éste, junto con Álvaro, miraban ahora alucinados los dos trozos del arma mientras mezclaban frases de ánimo hacía mi, junto con otras de sorpresa por el catastrófico resultado de lo que parecía una inocente caída.

La madera fracturada no se correspondía con la fama de calidad que, por lo menos antes, acompañaba a la marca, pero sin duda, lo peor de esta situación, era que el seguro del arma había cambiado a posición de disparo y eso metía en el cuerpo una horrible sensación de inseguridad que era para mí del todo bochornosa, al encontrarme delante de dos Socios de un tercero que lo fue, así como también cazador, y que dejo de ser las dos cosas hace demasiado poco tiempo.

Dejando los dos trozos del rifle en el coche, retomamos la posibilidad de un grato encuentro con el corzo tumbado. Álvaro y Rafa se dispusieron a ejercer de ilustrados batidores para quien era, en ese momento, un perturbado armado. Por supuesto no hubo lance y recuerdo como única preocupación el concentrarme en no disparar en la dirección en la que ellos iban. Salieron 4 ó 5 codornices, que me despertaron mi profundo instinto por la menor y, desde ese momento me empecé a animar.

Rafa se despidió y la mañana transcurrió definitivamente sin oportunidades, con una recta final del rececho apretando el “buttolo” sin mucho convencimiento y, eligiendo, de la gran variedad de sonidos que emite el sencillo reclamo, el de “hembra brutalmente ultrajada”, entre risas y sin expectativas de triunfo. Después de un rato en esa tesitura, nos decidimos a levantarnos y coger camino de Sigüenza para comer cerca de allí con unos amigos que se encontraban también cazando corzos por los alrededores, desde Paredes hasta Iniéstola.

Debido a que el uso del reclamo de corzo se puede realizar, según dicen, en las horas de calor, salimos de Valvenedizo con bastante más sed de lo normal y sin una gota de agua que nos consolara. Al pasar por Miedes nos paramos en la plaza del pueblo junto a la carretera, en la que se encontraba una típica fuente esta zona; cuatro caños alrededor de un monolito de piedra, que vierten sus chorros de agua en una cubeta circular, cuyo borde se encontraba a la distancia suficiente como para….. no poder beber.

Al salir del coche Álvaro expreso sus dudas acerca de la potabilidad del agua:

- Esta agua se podrá beber, ¿no?.
- ¡Claro hombre!. Por esta zona todas las fuentes tienen agua potable.

Debido al tiempo que ha pasado desde que yo cazaba “por esta zona”, estaba claro que no podía tener la certeza de la afirmación con la que contesté. Por su parte, él, como siempre, me calaba e intuía que yo no las tenía todas conmigo.

Para poder recoger agua había que recurrir a la que se desprendía de una especie de tablero-palo que, desde dos de los cuatro caños y hasta el borde de la cubeta, iba soltando agua y ova de forma anárquica. En cualquier caso, llené una botellita de agua y bebimos los dos.

Estábamos agradeciendo nuestra satisfacción de necesidad vencida, cuando se nos pone delante una anciana de unos 90 años y, sin mediar saludo, nos suelta:

- Quien bebe del agua de esta fuente………………… ¡muere!.

Nos quedamos estupefactos. Pasaron unos segundos hasta que pudimos racionalizar que una fuente de agua venenosa en el margen de una carretera, sin ninguna advertencia señalada y, con una bruja-vieja riéndose con los 4 dientes mal contados que le quedaban,.. eran señales inequívocas de que esa mujer se estaba claramente quedando con nosotros. Agradecimos la broma y nos fuimos, no sin dejar, disimuladamente, de buscarnos algún tipo de cosquilleo extraño en el estomago. Su puta madre.
……………………

Uno de los corceros había dejado de cazar por la mañana debido a un dolor que le estaba amargando y, con un gesto que transformaba totalmente lo que podría haber pasado por la tarde, le dejó su rifle a Álvaro. Muchas gracias Alfonso.

A las doce y media ya habíamos dado cuenta de un plato seguntino de huevos, patatas fritas, morcilla y picadillo y, recogido el rifle de Alfonso, nos fuimos para Sigüenza en donde nos esperaba mi madre, siempre expectante para poder alegrase por buenos resultados cada vez que salgo de caza. El objetivo común era poder compensar con una siesta el madrugón que nos habíamos pegado. Por la tarde nos esperaba Valdeavellano.

Al contar con dos rifles, el plan que tenía Álvaro para la tarde no se veía alterado y me había reservado una espera en una plataforma sobre una sabina que controlaba, principalmente, un corredor verde que interrumpía la continuidad de un espeso Quejigar. Estaba formado por un pequeño cauce de un manantial que afloraba aparentemente a unos 100 metros más arriba y, en cuyo margen izquierdo y a mi derecha, figuraba una pequeña superficie de forma rectangular en donde quedaban restos de siembra de esparceta. Al fondo, a unos 250 metros, se adivinaba un pastizal y, a 90 metros, escorado a la derecha y contiguo al camino que yo traía, había otra pequeña superficie que daba testimonio de que a alguien algún día se le ocurrió sembrar también con esparceta.

Cuando nos dirigíamos hacía Valdeavellano nos advirtieron por teléfono de la presencia de un bonito corzo en una zona clara en el norte del coto, que no fallaba en su cita diaria con su instinto de querencia, dándonos cuenta de lo que sería un sencillo y seguro abate. Según colgó el teléfono, Álvaro lo descarto como la opción segura que le vendían, hecho que él, desafortunadamente, pudo constatar esa misma tarde.

A unos 250 metros de la sabina, Álvaro me entregó su rifle y, con unas indicaciones para llegar y ubicarme, me soltó deseándome suerte. Lo mismo le desee yo y, lleno de fe, comencé a caminar buscando las referencias indicadas para encaramarme a la sabina lo antes posible. Las positivas expectativas pasaban por el movimiento que él había visto hacía no más de una semana, en los que pudo ver hasta un total de 9 corzos, si bien únicamente uno macho y juzgado como pequeño, que remitía como posible presa ….. a mi criterio. Cabe destacar en este punto que “mi criterio” pasaba por unas mínimas exigencias, no yendo más allá que un pequeño fuste con luchaderita y contraluchaderita y, en cualquier caso …., ya veríamos.

Independientemente de esos 9 corzos, por dos veces pudo ver en el pastizal del fondo un macho en animoso celo que perseguía a una hembra. En cuanto al trofeo, se hacía inclasificable por no existir distancia ni tiempo para tener una valoración.

Todas estas cosas me rondaban la cabeza, hasta que pensé que lo mejor era centrarme en cada rama que hacía de peldaño para encaramarme a la “plataforma” de dimensiones que acojonaban, ya que, de lo contrario, se podría encontrar un cuerpo al pie del árbol con un imaginario cartel con la leyenda: “Debería haber estado atento”.

Con mucho cuidado, me acomodé y empecé a buscar una postura lo más adecuada posible a mis necesidades de supervivencia y, por supuesto, de tiro. No era fácil. En esas estaba cuando el macho referido anteriormente en cuanto a valoración de abate según “mi criterio”, me cruzó la mirada y parecía decirme, perdiéndose para siempre en el quejigar, que ya no pensaba volver por allí. Me pasé unos segundos maldiciendo, mientras “mi criterio” se quedaba colgado del dedo índice, dedito con el que normalmente cortamos la tranquilidad de cualquier rincón del campo cuando forzamos un estruendo fuera de lugar. Una vez que se había ido apreté el “buttolo” con mucho ánimo y nulo éxito.

Recordando la persecución de amores relatada en el pastizal del fondo, estuve pendiente de cualquier movimiento que allí pudiera producirse. De este modo, no me costó ver como un corzo pacía bonachón junto a un zarzal que, después de un par de minutos, me impidió volver a verlo y, con ello, poder abandonar o hacerme cualquier ilusión sobre su sexo.

Desde las siete y media que me puse y hasta aproximadamente las ocho estuve tocando el “buttolo” (novedad que me había regalado mi hermano el día anterior), cada 2 ó 3 minutos. A partir de ese momento decidí dejar de tocarlo ya que, debido a la larga experiencia acumulada en su uso, en realidad no sabía si podía atraer alguno o, por el contrario, prevenir y espantar cualquier corzo cercano. Así estuve hasta las ocho y cuarto cuando, en el pastizal del fondo, pude ver por un instante la veloz carrera de un ejemplar que, aunque no pude confirmarlo, sin duda estaba en satisfactorio juego de celo con algún otro. Sin nada que perder porque la estela de la carrera quedaba a la entrada del quejigar, pulsé el ”buttolo” 2 veces con toda mi fe y confianza para, inmediatamente, sentir claramente como el animal cambiaba de dirección y se dirigía hacia mi posición.

En el borde del bosque y a unos 110 metros a mi izquierda, con precaución, curiosidad y con algo de gesto desafiante, y al mismo tiempo que yo dejaba caer suavemente los prismáticos para sustituirlos por el visor del rifle, apareció una cabeza en la que se identificaban claramente 3 puntas que convertían a su propietario en claro objetivo.
En dos pasos el corzo entró en el cauce del manantial en donde quedó prácticamente tapado por juncos y espadañas, momento que aproveché para marcar el máximo de los aumentos del visor y coger posición de tiro en el tronco de la sabina.

El que el corzo anterior me hubiera cruzado por delante sin pararse y por el mismo trazado que ahora éste iniciaba, me hizo establecer como estrategia de tiro el esperarle en el borde de la esparceta con la cruz del visor cortando su previsible trayectoria y, una vez que llegara a ese punto, apretar el gatillo sin cualquier otra cábala.

Ese momento llegó y, en el mismo momento en que se juntaba el cuerpo del animal con la cruceta del visor, todas las torcaces que había en las inmediaciones del agua volaron soliviantadas por el ruido del disparo, al tiempo que la atropellada carrera del corzo me confirmaba que………… el tiro no había ido perfecto, y que él se veía con fuerzas para retornar al quejigar del que acababa de salir.
Los gestos en la huida y, sobre todo, el ruido que hizo al adentrarse en el quejigar, me daban argumentos para estar plenamente convencido de que le había dado y que no podía haber ido demasiado lejos. Desgraciadamente hasta que no tienes la certeza real de que efectivamente haya sido así, nunca debes hacerte ilusiones.

A pesar de la incertidumbre por la posible captura, tomé la decisión de no moverme en absoluto hasta que llegara Álvaro acompañado por su Sabueso de Baviera, el gran Zivo.
Aunque por suerte nunca he perdido un bicho herido, el adentrarme a cobrar un corzo en un quejigar como ese no era más que tener una esperanza peregrina y, podría ser, que acentuara la dificultad de cobro porque el bicho me sintiera y le diera por no parar hasta morir. Además, haría que las dos horas que me quedaban de caza fueran en balde.
De esta forma el resto de la espera se hizo, lógicamente, algo larga. No hice otra cosa más que intentar intuir por donde Zivo llegaría a seguir el rastro del bicho……… si es que le había dado. A las once menos veinte, ya del todo de noche, llegó Álvaro.

Lo primero era asegurarse de que le había dado. Unos metros más allá de donde tenía marcada la referencia, en el haz de luz de la linterna sobre el suelo, aparecieron algunas manchas de sangre a las que, ya sugiriendo una trayectoria, acompañaban otras mucho más grandes. Salir de esta primera incertidumbre fue la primera satisfacción. Tenía bastante tiro, siendo la sangre sospechosa de proceder en un primer momento de pulmón, pero debido a una significativa coloración biliar de la sangre, a Álvaro le produjo cierto resquemor el pensar que el corzo podría haber quedado empanzado. Fuimos al coche a por Zivo, desde ese momento, absoluto protagonista.

El perro tardó unos minutos en establecer los datos de partida necesarios, regodeándose en las inmediaciones del tiro para, a continuación, tomar la decisión de cruzar el pequeño cauce del manantial que marcaba el borde del quejigar. Antes de adentrarse realizó un curioso movimiento de semisalto-respingón que, según me indicó Álvaro, le era costumbre hacerlo para corregirse hacía el rastro correcto. Al cruzar el cauce perdimos el rastro de sangre, pero Zivo se alejo de nosotros absolutamente determinado. Mientras el perro dibujaba su trayectoria en la pantalla del GPS, su dueño, haciendo gala de un pesimismo que la mayoría de las veces le reporta grandes satisfacciones, no las tenía todas consigo:

-Joder, joder, tiene tiro de tripa. No sé, no sé-,

A mí la verdad es que todo me indicaba que nada podía fallar; había mucha sangre, el perro me parecía muy seguro y, lo más importante, deseaba cobrarlo con toda mi alma. En eso precisamente estaba pensando cuando Álvaro alertó:

-Se ha parado. Está a unos 50 metros-.

Fuimos para allá entre chasquidos de ramas de quejigo secas, cuando escuché la frase deseada:

-¡Esta aquí!-.

Me aproximé a Álvaro que se vencía hacía mi con una sonrisa feliz y los brazos abiertos para recoger el enorme abrazo en que nos fundimos, al mismo tiempo que veía que el corzo era bastante mejor de lo que yo había intuido. Esto intensificó más todavía mi alegría y deseé adentrarme dentro de mi amigo a través del abrazo porque no me imaginaba otra forma de agradecerle el absolutamente gozoso momento al que había derivado el compartir esta inolvidable jornada de caza.

Lamentando no conocer el lenguaje de los Sabuesos de Baviera para poder expresarle con el mejor de los adjetivos lo que nos acaba de dar, nos dirigimos a Zivo para expresarle nuestra más absoluta admiración, reconocimiento y gratitud por el final de la historia.

Muchas gracias Zivo, y como ya te dije;- tómate lo que quieras-.



Valvenedizo, Valdeavellano y Sigüenza. 29 y 30 de julio de 2011

Rodrigo de Mingo
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Eduard Melero

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MensajeTema: Re: Un rifle, una fuente, un corzo y..... Zivo   Un rifle, una fuente, un corzo y..... Zivo Icon_minitimeVie Mar 09, 2012 7:03 pm

Impresionante, que relato tan maravilloso, espectacular, que manera de recitar.
He estado pendiente de la historia sin distraerme ni un instante. Muchas gracias por contarlo.
No se quien eres, ni cómo era el corzo, ni si se pudo recuperar el rifle,.... pero la verdad, casi que no me importa mucho. Me quedo super contento con leer lo sucedido.
Enhorabuena por el lance y felicidades al EQUIPO de rastreo !!!

Quiero más,
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Álvaro García Mateu

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MensajeTema: Re: Un rifle, una fuente, un corzo y..... Zivo   Un rifle, una fuente, un corzo y..... Zivo Icon_minitimeVie Mar 09, 2012 7:26 pm

¡Qué buen rato echamos, Rodri! Aunque me parece que ya la puse, vuelvo a poner la foto del corzo de tu relato.

Un rifle, una fuente, un corzo y..... Zivo Valdeavellano30-07-117

Y el feliz cazador, con su ayudante (si no llega a ser por él...)

Un rifle, una fuente, un corzo y..... Zivo Valdeavellano30-07-114


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rdemingo




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MensajeTema: respuesta a eduard   Un rifle, una fuente, un corzo y..... Zivo Icon_minitimeVie Mar 09, 2012 7:30 pm

Me alegro que te haya gustado. Rifle arreglado
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Eduard Melero

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MensajeTema: Re: Un rifle, una fuente, un corzo y..... Zivo   Un rifle, una fuente, un corzo y..... Zivo Icon_minitimeVie Mar 09, 2012 8:05 pm

jejejeje, ahora ya me suena más. Felicidades otra vez Rodri. Ese rastreo nocturno y ese equipazo no merecia menor resultado !

Ahora a esperar el inicio de la temporada corcera, que está al caer y viene cargadita,......

Suerte a todos.
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chago66

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MensajeTema: Re: Un rifle, una fuente, un corzo y..... Zivo   Un rifle, una fuente, un corzo y..... Zivo Icon_minitimeSáb Mar 10, 2012 11:05 am

Enhorabuena por el relato, por el corzo y por los compañeros de caza!
Santiago Ruiz Contreras.
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migui

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MensajeTema: Un rifle   Un rifle, una fuente, un corzo y..... Zivo Icon_minitimeDom Mar 11, 2012 2:42 pm

Enorabuena Rodri u gracias por el relato !!!!! Valla corzaco!!!!!

Aaaaa enhorabuena a zivo también , Rodri esperamos mas relatos como este eeeee
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Alfonso Treviño Garnica




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MensajeTema: Re: Un rifle, una fuente, un corzo y..... Zivo   Un rifle, una fuente, un corzo y..... Zivo Icon_minitimeLun Mar 12, 2012 3:38 pm

Que jodío Rodri!!! Cuando visteal abuelo del SBarbara te decidiste por el rifle de Alavaro!!!
Enhorabuena por ese corzo y el relato que me ha gustado mucho. Ya nos veremos este año si Dios quiere.

un abrazo
Alfonso
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rdemingo




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MensajeTema: Santa Barbara   Un rifle, una fuente, un corzo y..... Zivo Icon_minitimeMar Mar 13, 2012 1:00 pm

Me alegro saber de tí Alfonso. Espero que ya estés bien de tus dolores y, por cierto, tu Rifle nos los sorteamos los dos y .... gano él.

Rodrigo de Mingo
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MensajeTema: Re: Un rifle, una fuente, un corzo y..... Zivo   Un rifle, una fuente, un corzo y..... Zivo Icon_minitime

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