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 Para Tita (1ª Parte)

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MensajeTema: Para Tita (1ª Parte)   Para Tita (1ª Parte) Icon_minitimeDom Jun 07, 2009 7:02 pm

Siguiendo instrucciones de Antonio Chain, adjunto cuelgo su relato "Para Tita".

PARA TITA

Para Tita (1ª Parte) Chain3


El cielo esta plomizo en Vilariño, son las ocho de la tarde y me entretengo en arrancar como puedo los brotes nuevos del tojo gallego, punzantes aguijones que se introducen en la piel para enquistarse y acabar convertidos en dolorosos puntos negros, así que con la punta de la navaja voy repasando las heridas más visibles, hace un calor pegajoso que solo la brisa que sopla del sur alivia un poco de cuando en cuando, coincidiendo con la ráfaga de viento los mosquitos se van cebando en mi despejada frente, intento apañarme como puedo la capucha de camo, recuerdo de mis años de arquero, sin embargo resulta más agobiante que las trompas chupadoras de sangre de los insectos así que decido encender un truja para ver si atenúo el ataque, el viento me favorece y la querencia de mi objetivo está a unos cuatrocientos metros, así que sin dudarlo le doy mecha al marlboro.

Me entretengo con la estrategia, si todo sale bien, una quimera hablando de corzos, el macho deberá salir a media altura en la loma de enfrente, el pastizal ha sido abandonado hace tiempo así que las malas hierbas, tojos y zarzas se han ido adueñando paulatinamente del pasto, es un buen refugió para los corzos porque en sus linderos han crecido dos pinares viejos y un bosque de ribera que crece a ambas márgenes de un regato que divide las veinte hectáreas por el medio formando un pequeño valle natural, por la izquierda el regato fluye con más fuerza ayudado por un barranco en donde suele encamarse un macho que porta un trofeo más que bueno, el problema es que para verlo he de esperarle en la ladera opuesta, sobre una elevación que me permite dominar la querencia, además habrá que salvar la distancia con premura, procurando no hacer ruido y con el hándicap que supone atravesar el regato, en cuya cuenca y aunque ahora lleva poco agua, hay un engorroso barrizal….vamos, que todo un reto.

Mientras apuro el truja, y ya van dos, intento verle la muerte al corzo, me consta que ninguno de los cazadores que he guiado sería capaz de tirarlo, quizá más por incompetencia mía pues no consigo transmitir todo lo que mi cabeza procesa a velocidad de infarto, así que me he decidido a intentarlo yo, entre otras cosas porque la finca perteneció un día a mi familia y me resulta algo nostálgico quitarle un corzo a “Vilariño” que así se llama el lugar, paso el tiempo divagando cuando comienzo a sentir el frescor de la tarde, quizá demasiado frescor, la brisa va tornándose en un viento racheado, el cielo se oscurece y voy perdiendo visibilidad en las lindes, tanto que necesito echar los Leica donde antes podía apreciar con mis guellos, el aíre huele a lluvia, huele a tormenta y eso a la hora que estamos no presagia nada bueno….con los corzos siempre pasa lo mismo, que quimera hacer planes para al final acabarla…cagando.

Son las nueve y media cuando las nubes abren sus puertas, descargan litros de agua sobre el pastizal, por suerte un roble me sirve de improvisada cobertura mientras precipitadamente saco un liviano impermeable de mi mochila, cuando consigo ponerlo mi camisa ya está empapada, protejo como puedo la óptica, el catalejo, el visor y a mí mismo, mientras tanto ruego a Dios para que la tormenta cese, entonces tendré una opción con mi corzo.

Pero los ruegos son en vano, la lluvia remite en intensidad pero sigue cayendo rítmicamente, hago vacíos intentos por utilizar el catalejo, cuyo objetivo a pesar de las garantías de la casa se ha empañado, así que doy un repaso al pastizal a sabiendas de que lo más oportuno es plegar velas y retirarse, seco con un Kleenex los Leica y meto un último repaso a la querencia… ¡Allí está! Plantado sobre una loma, desafiante con el cielo, marcando su territorio, el macho se mantiene impávido entre unas pequeñas matas de tojo, no se mueve parece que los Dioses han tallado una escultura de piedra, que aguanta la lluvia aliviándose los calores del atardecer.

No hay tiempo, no me lo pienso y por eso la precipitación me hace cometer imprudencias, ya avanzo a cien metros de mi atalaya, monte abajo entre los tojos, cuando reparo en que me he dejado la mochila y la vara de apoyo, demasiado tarde para volver a por ellas, improvisaré lo más complicado será entrarle, he de superar el lodazal ahora inexistente pues la violencia del agua ha convertido el regato en un torrente tumultuoso que arrastra hojas y barro, para colmo llevo unas botas bajas y me doy cuenta cuando precipitadamente me hundo hasta la rodilla, da igual no puedo reparar en esto, solamente hay una cosa en la que pensar…el corzo.

Lo que con buen tiempo me llevaría quince silenciosos minutos lo he hecho en cinco atronadores, dudo sí el animal se habrá aguantado pero pienso que por un lado la lluvia me beneficia pues en mayor o menor medida amortigua mi entrada, así que ahora, antes de localizarlo, he de buscar un apoyo recurriendo para ello a un pequeño roble, que tímidamente intenta abrirse paso en un mato de tojo, como pinchan cuando me arrodillo, noto el agua que ya me ha calado la espalda y comienza a llegar donde está pierde su casto nombre, las botas pesan y por la comisura de los labios me llegan salados sabores que entremezclan sudor y agua de lluvia, pero estoy bien situado a unos doscientos metros del lugar donde he visto el corzo, aunque ahora sin prismáticos no veo la silueta del macho, me echo los Leica a la cara y mi sorpresa es mayúscula pues los objetivos están empañados por fuera, no veo nada y para colmo comienzo a precipitarme, de nada sirve ahora mi experiencia así que intento tranquilizarme y utilizar el único archiperre óptico que me queda, el “canuto” de doce aumentos de la casa Swarosky, por un momento pienso que el visor estará tan empañado como sus primos, pero ha aguantado, quitó aumentos y lo dejo en siete, cuando me lo echo a la cara veo la silueta del corzo perfectamente dibujada entre los palos de la cruz, está exactamente en el mismo sitio, no se ha movido, hay poca luz así que cuando intento verlo con los ojos se convierte en fantasmal figura y solo consigo adivinarlo, no puedo esperar mucho más, no sé si es el mismo macho que ando buscando, no lo he valorado, pero mi conciencia me dice a gritos que es él, que tengo que aprovechar la oportunidad e intentar un único disparo de fortuna, la lluvia aumenta paulatinamente y no consigo sujetar bien la Blaser del siete, le meto la cruz hasta tres veces sin que en ninguna de ellas me decida, respiro tranquilo, le veo mal pues he metido los doce aumentos, rebajo a siete para conseguir toda la luminosidad posible, apunto y ….suelto el gatillo, no le veo, pero entre las gotas de lluvia oigo claramente un POOFFF.

Desmonto la percusión mientras pienso en el disparo, la lluvia da una tregua y mi instinto, además del claro indicio, me dice que le he dado en la panza, teniendo en cuenta que he tirado una Hornady de punta muy blanda con un siete milímetros, el corzo no puede ir muy lejos, es más, sin duda ha de estar en el sitio, así que olvidando lo que la experiencia me ha enseñado y espoleado por la mala consejera que es la prisa, añadiendo que el paquete de rubio es una masa mojada de tabaco y papel, sin dar tiempo a más reduzco la distancia entre el disparo, menos de la que yo creía, la luz siempre engaña, pero a unos buenos ciento treinta y pico metros.

Llegó al lugar del tiro, primero no veo nada, entre la loma hay una depresión donde los helechos se han enseñorado, los negros nubarrones se desplazan al norte y a lo lejos los relámpagos iluminan el cielo, pronto se escucha lejano el primer trueno, intento encontrar algún indicio describiendo un circulo, para ello comienzo en la depresión, cuelgo el rifle a la europea y me empeño para aprovechar el cuarto de hora de luz que tengo y en esas estoy cuando de mis pies, como si de una liebre se tratase, salta el corzo, no puedo ni soltarle un tirascazo, pues en tres saltos se pierde entre unos enorme helechos ganando la barranquera, es entonces cuando reparo en un buen pedazo de intestino que ha quedado prendido en la mata de tojo, el corzo va pegado y yo estoy….pero que bien j….

Mi mochila está en la otra ladera, en ella la linterna y en el camino de entrada está el coche, respiro un poco tranquilo, solo un poco, pues se que dentro del coche está Tita, mi teckel de año y medio, respiro un poco tranquilo porque el rastro es complicado y mi otra teckel, la veterana Cuca se ha ido a pasar el puente a Asturias con mi familia, un extra añadido pues si el rastro no es complicado tengo más confianza en los doce años de Cuca para resolver estos entuertos, aunque pienso que con un corzo tan pegado, poco rastro tendrá que hacer la perra, el verdadero problema es la hora, pues sin duda la cordura demanda dejar marcado el tiro y volver al día siguiente en mejores condiciones, sin embargo no disponer del apoyo de Cuca me hace dudar de la pericia de la pequeña Tita para resolver, tras una noche de diluvio, un rastro tan complicado, sí a eso le añadimos que mañana he de guía a un cazador a primera hora tal vez lo mejor es poner la perra en el rastro caliente aprovechando que ahora no llueve y recuperar un corzo que a todas luces no puede estar muy lejano, buena decisión en principio pero el ejemplar es un corzo y con los corzos…..nunca se sabe.

Cuando picamos el anschuss ya no se ve gran cosa, le he quitado el visor a la blaser y me apoyo en mi maltrecha rodilla mientras fijamente miro a Tita y le cuento lo que he hecho…

Fin de la primera parte.
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