Con la muerte de Miguel Delibes creo que todos los cazadores nos quedamos un poco huérfanos. Delibes era la esencia de la ética de la caza y en eso creo que coincide con la filosofía de nuestra Asociación. También coincide con nosotros en que no concebía la caza sin el auxilio del perro. Hasta tal punto era intransigente con cualquier tipo de caza en la que primase lo artificial o se privase a las piezas de alguna posibilidad de defensa, que cuando los tiempos impidieron practicar la caza dura y difícil de piezas totalmente salvajes que le gustaba, simplemente enfundó la escopeta para siempre.
Nunca la caza ha tenido, ni creo que tendrá, mejor embajador que Delibes. Observar que el ejercicio cinegético, casi siempre denostado en los medios de comunicación generalistas, ha tenido un tratamiento respetuoso estos días con motivo del fallecimiento del escritor, simplemente porque era su afición, mas bien su pasión.
Delibes alternaba el cultivo dinámico de su intelectualidad con las salidas de caza del fin de semana . Entre las dos actividades se decantaba por la segunda hasta el punto de autodefinirse como un cazador que escribe, mas que un escritor que caza. Que un autor contemporáneo reconocido y leído en todo el mundo, se defina de forma clara y sin complejos como, ante todo cazador, es un favor muy grande para nuestra actividad, cada vez mas cuestionada en la sociedad actual.
Creo que no cabe mejor homenaje a su persona que la lectura de su obra, especialmente de libros y novelas de caza. Me permito reproducir a continuación unos párrafos del prólogo de El Libro de la Caza Menor, cuyo autor es el mismo Delibes.
Descanse en paz y el mas sentido pésame a la familia.
“El hombre en el monte olvida sus habituales comodidades, el tedio de la vida social, la hipocresía de las formulas corteses; en el campo, las preocupaciones se achican y los prejuicios se desvanecen. Simultáneamente se opera un afinamiento de los instintos, metamorfosis que induce a Ortega a considerar que el hombre torna a ser paleolítico, es decir, se irracionaliza; se reaproxima , nuevamente al animal. Por otro lado Lorenzo, el cazador, coincide con el maestro en que la caza representa unas vacaciones de humanidad, mas, en lugar de rebajar al hombre, el contacto con la Naturaleza lo eleva y lo enaltece. “Salir al campo a las 7 de la mañana – dice – no puede compararse con nada. Huelen los pinos y parece como que uno estuviera estrenando el mundo. Tal cual si uno fuera Diós”. En una u otra forma, es indesmentible que la caza deshumaniza al hombre, le lleva a encontrar la receta para desprenderse de sus inquietudes cotidianas y, consecuentemente, de hallar la formula suprema de felicidad.”