Eeste rastreo no tiene "contenido" para un relato de rastreo, porque como rastro fue francamente fácil. La enorme cantidad de sangre que dejó la pieza hasta su encame final no hacía necesario el concurso de un perro. Lo único verdaderamente complicado fue el terreno. A pesar de ello, me apetece contarlo en el foro, porque disfrutamos mucho (aunque tambien sufrimos lo nuestro).
El sitioMacho Montés disparado en la Sierra de Gádor (Almería), sobre las 13.00 horas. Tiro en la zona baja de la paleta. El macho se cae al tiro, se revuelca, se levanta y se va, trasponiendo una cornisa. En el tiro y hasta el punto en que lo vimos desaparecer, gran cantidad de sangre roja.
Nos asomamos a la cornisa, esperando ver al macho despeñado abajo. En lugar de eso, vemos grandes manchas de sangre que desaparecen barranco abajo. Preocupación.
Había un claro y contínuo rastro de sangreZivo, que nos acompañaba en la cacería, se descuelga barranco abajo y le perdemos de vista. Nosotros bajamos por donde podemos, reencontrando periódicamente el rastro de sangre.
Llegamos al perro, que mira hacia abajo en una pared prácticamente vertical. En la pared hay también sangre. No nos podemos creer que el macho haya bajado por ahí con tres patas, pero parece que lo ha hecho. No hay forma humana de bajar (ni siquiera puede bajar el perro). Decidimos volver a subir, rodear un crestón de piedras, y tratar de llegar al pie de la pared.
En la foto no se aprecia muy bien, pero la bajada era casi verticalEncontramos nuevamente un paso muy malo. El perro se va ladera arriba (supongo que tratando de rodearlo). Nosotros nos sentamos y miramos ladera abajo, tratando de localizar el macho. Mi amigo Rodri (que tiene una vista que para mi quisiera) ve moverse algo entre unos piornos, a unos 250 metros, mucho más abajo. Es el macho, que está echado y aún mueve la cabeza. Ante la posibilidad de que llegue a él el perro y emprenda una nueva huída, decidimos rematarlo de un disparo. Nos ofrece media espalda y la cabeza y estamos por encima de él, así que apuntamos a las cruces y acabamos con su vida (y su sufrimiento). Al rato vemos llegar al perro, que ha retomado el rastro y ha encontrado el macho. Lo muerde, pero no late.
Foto hecha desde donde realizamos el tiro de remateBajamos por donde pudimos, cayéndonos periodicamente. Dado que en gran parte de la bajada lo único que había para agarrarse eran tojos, tengo las manos como un erizo. Por fin llegamos al macho.
Alegría, abrazos, precintaje, fotos, más fotos, una manzana para recuperar y... retrasando (inconsciente o conscientemente) el momento de empezar la subida. Yo miraba para arriba y se me abrían las carnes. Afortunadamente quedaban varias horas de luz y prisa no había, así que despacito a repechar.
Eran casi las 17.00 horas cuando llegábamos al coche, cuatro horas después de haber disparado. Hoy tengo agujetas hasta en el carnet de identidad.
Verdaderamente increíble la dureza de estos animales. No puedo entender cómo pudo pasar el macho por donde pasó, con tres patas y desángrándose, sin despeñarse. Cada día me maravillo más de la capacidad de resistencia y sufrimiento de las piezas de caza. Se merecen todas y cada una de ellas nuestra admiración y respeto. Desgraciadamente esto todavía no lo comprenden muchos, muchos "cazadores".