El pasado dia 15 de octubre, tuve la ocasión de ir a un gancho de cochinos a la finca de unos amigos. En esta ocasión nos juntamos 8 escopetas y batieron la mancha 15 perros. Así da gusto. Puestos muy separados, sin peligro de disparos. Prohibido el uso de rifles para respetar los tiraderos y nada de tirar guarros pequeños. Fue muy divertido, un festival de cochinos por todos sitios, muchas piaras, y solo seis disparos.
Al finalizar la batida teníamos un guarro, tirado a primera hora, que dio sangre al tiro. Luisma, el cazador, y su acompañante, aseguran que el guarro acusa dos de los tres disparos. Intentan seguir el rastro, pero la sangre desaparece y pierden el rastro.
Llaman al guarda de la finca y a un par de acompañantes, expertos en estas lides de buscar el guarro a ojo. Mi amigo Luisma, me pide que acuda con la perra, de la que ha oido hablar mucho… y allá que vamos todos en el todo terreno. Mientras nos dirigimos al “anchuss”, (han pasado 4 horas desde el disparo) me van preguntando cosas sobre el seguimiento de los rastros de sangre con perros y observo sus caras de incredulidad mientras respondo a sus preguntas explicando la “ortodoxia” de la técnica. Importancia del anchuss, la trailla, diferencias entre rastros frios y calientes, etc…
Cuando llegamos al anchuss, el cazador, guarda y acompañantes organizan una busqueda del jabalí en “ala”, pero rápidamente intervengo y poco un poco de orden.
-¡Un momento¡ Todo el mundo quieto aquí
Dejo la perra sentada a 5 metros del anchuss.
- Luisma muestrame donde lo has tirado.
Todo el mundo me observa con caras escépticas. Analizamos el anchuss, y unos metros mas y observamos pequeñas gotas de sangre y un “cuajarón” con restos de pulmón. Volvemos al perro y vuelo a dar indicaciones.
-¡ Luisma, carga el arma y no te separes de mi, ni un metro. (El tirador es persona de de mi total confianza)
- Vosotros (me dirijo al guarda y acompañantes), si quereis seguirnos hacerlo al menos a 15 metros, por si la perra se pierde y quiere volver a buscar el rastro.
Finalmente iniciamos el rastreo. La perra analiza el anchuss unos segundo y rápidamente inicia el camino. Tira con seguridad, pero no volvemos a ver sangre. Después de unos metros de ascenso la perra continua faldeando e inicia el descenso hacia una ribera. Las ausencia de sangre visual y que la perra no lleva la dirección esperada por el cazador, hacen que aún todo el mundo desconfie más.
-Carlos, yo creo que no vamos bién. Escuché al guarro rompiendo monte más arriba.
- Luisma, callate y sigue a la perra, respondo.
Después de escasamente 5 minutos y un centenar de metros. La perra se plantó en lo alto del cochino, que ya estaba muerto. Se trataba de un navajero de un par de años con al menos 80 kg, que presentana rota la mano derecha y una entrada de bala de atrás hacia delante, sin salida, a la altura de los riñones, que se había taponado con un trozo de tripa.
-Anda. Mira donde está el guarro¡-Gritó Luisma.
- El guarda y acompañante dieron la enhorabuena y afirmarón que jamás hubieramos encontrado el guarro sin la perra.
Al llegar a la comida, todos comentaron el lance y observe que las caras de incredulidad se volvían en admiración. Intenté explicar que lo que habíamos hecho no era nada extraordinario y que se trataba de un rastreo corto y fácil, que solo el calor complicaba un poco.
Ahora todos cuentan el rastreo realizado como la “hazaña del día” y hablan de lo importe y necesario que es disponer de un perro de rastro de sangre.
Me alegra que haya servido para hacer aficción.