Una relato fantástico

Hoy Gerardo y yo hemos recibido desde Francia un relato maravilloso, donde nuestro amigo de UNUCR Jean-Guy Gendras nos cuenta sus peripecias durante el rastreo de un corzo. Me ha divertido tanto que le he pedido por favor que me deje colgarlo en el foro, para que todos podais disfrutarlo. Él ha accedido gustoso, pero me ha pedido que retocara su ortografía y su estilo. Lo he hecho en la menor medida posible, porque tal como lo envió era genial. Espero que lo disfruteis tanto como yo. Ahí va.

Hoy, a eso de las 9.30 h., en BRUNIQUEL, intervención sobre un corzo de la temporada de caza de verano ,disparado ayer al anochecer ( bala de 7,64, 11gr, a unos 100 metros). Un tirador selecto. El corzo cayó y desapareció (hierbas altas) . El tirador no encontró sangre, pero afirmó "por supuesto, una bala de pecho" y "seguro que cayó muerto muy cerca"... ¡Ojala!

Urane encuentra inmediatamente el “anschuss” con gotas de sangre, pero sin pelo y ni siquiera huesos. El rastro de sangre entra al bosque. El corzo se ha parado varias veces durante los 300 primeros metros. En los 200 metros siguientes la sangre va escaseando. El rastro sale del bosque en un campo sin cultivar, con hierbas de 1,50 m. Varios cambios de dirección y ninguna cama. Después de otros 300 m. en línea recta, sin sangre, el rastro entra de nuevo en otro bosque, donde tropezamos con una zona muerta. Después de 10 minutos de círculos Urane encuentra la salida. Otros 200 ó 300 m en el bosque y segunda zona muerta. Urane pierde otros 5 minutos antes de comprobar que el corzo había decidido regresar al campo sin cultivar, limitado en esta zona por una zanja profunda con un riachuelo bordeado por un macizo de zarzas y árboles arrancados. Urane se para ante las zarzas, indicando con la nariz alta y la cola que el corzo está muy cerca. Luego, en lugar de seguir adelante, decide dar media vuelta y busca un paso hacia el campo a unos cincuenta metros, aproximándose a los árboles arrancados, por el lado opuesto (supongo que para impedir que el corzo tenga la posibilidad de huir por el campo). Urane trata de meterse en el zarzal y yo tomo la decisión de soltarla.

Después de varias idas y vueltas a toda prisa y ruidos de huida en el zarzal, el sonido de su cascabel se aleja y Urane empieza a latir, desplazándose. Empiezo a correr hacia los latidos y, a unos 150 m., llego a la abrupta orilla (2 m) de un estanque (150 m. x; 50m), mientras sigo oyendo los latidos más abajo, a nivel del agua. Por el momento no veo nada pero de pronto veo al corzo desfilar nadando por delante de mí. Se dirigía hacia la orilla opuesta, con Urane nadando y latiendo a unos 0,5 m de su cabeza. Al llegar al centro del estanque, Urane empieza a impedir al corzo desplazarse hacia cualquier parte, colocándose siempre enfrente. Me doy cuenta de las dificultades del corzo para seguir nadando, con Urane apoyándose sobre su espalda o mordiéndole el cuello. El corzo se debatía, desapareciendo de vez en cuanto debajo del agua y sacando de repente la cabeza para tomar aire. Temo que el corzo se ahogue y se hunda, por eso, sigo gritando a Urane para que regrese. No escucha de nada . Lo que debía ocurrir, ocurrió. Al cabo de unos cinco minutos, que parecieron una eternidad, el corzo se ahogó. Por suerte siguió flotando. Por desgracia, Urane seguía nadando y latiendo alrededor del animal muerto. ¿Qué hacer para salvar a los dos, sin barco, sin ayuda ajena (el tirador se había desvanecido en la naturaleza, cansado o esperando la llegada del corzo en un puesto de tiro estratégico).

Sin filosofar mas, me quito armas, equipo y ropa y, dejándolos en la orilla, me hecho al agua sin seguro... Fresquita y profunda (no hago pie)… Muy mala idea los calcetines, que frenan. Al fin y al cabo llego al corzo sin encontrar tiburones o cocodrilos. Empiezo a arrastrarlo... Difícil. Trato de empujarle hacia delante... Tanto mejor en cuanto que Urane ha comprendido la maniobra y me ayuda nadando a mi lado y empujándolo con golpes de nariz. Contento de tocar tierra, hasta el momento de comprender que que dar la vuelta al estanque atravesando las zarzas en calzoncillos (voy a añadir esta prenda a la lista del equipo del conductor) y calcetines era una solución mucho peor que el temible pensamiento de una vuelta por vía acuática (pues, se había desvanecido la esperanza de la llegada de la ropa por medio del tirador, todavía desaparecido). ¡Así sea! Urane vigilará el corzo y yo, sin dudar mas, tomo rumbo al puerto de salida. El final de la historia. El tirador llegó a tiempo para recibir los honores: un magnifico corzo con una bala de muslo derecho que no había quebrantado huesos, sino ocasionado una importante herida en la parte interna del muslo, arrancando los cojones. ¡Por suerte Urane no se constipó y yo tampoco ! Seguro que San Huberto vigilaba!

Y la moraleja de la historia. En el rastreo, siempre hay que prever dos posibilidades: la herida casi nunca es la esperada, y el acompañante casi nunca está en el lugar donde se le necesita.

Hasta la próxima vez y un fuerte abrazo.

Jean-Guy Gendras y Urane.

Felicidades a Jean-Guy tan buen y entretenido cobro y sobre todo por el relato.

QUe bueno! Un cobro fresquito.

Y el perro una gozada como trabajo.

Saludos y ya estoy de vuelta.

Ya estoy entrenando a Faco para lo peor!jejeje Lo que no me he atrevido es a meter un corzo muerto, igual me matan en casa..

Je, je, je!!!!!!!!!!.

Enano!!!!!!!!!!, que estas pirao!!!!!!!!!!.

A ver si regresas pronto!!!!!!!!!