Anoche me sonó el teléfono a las 22:00, un amigo arquero había tirado 3 jabalís y requería un perro de rastro. Me puse en camino con Mathews, ya que a Mora no la quiero sacar hasta que los cachorros coman solos.
23:00 en el sitio, ya tenían un impresionante macho en el maletero.
El monte sucísimo, la noche fría (de+1º a -2ºC), una capa de rocío que parecía que estaba lloviendo, niebla espesa que hacía dificultoso ver, pues la luz del frontal (uso una Ledwawe Z-100 que da un chorro de luz blanca) se reflejaba en las nubes de vaho de la respiración.
Despues del doblete de hace dos semanas, me las prometía muy felices, pero las circunstancias eran completamente diferentes: el cazadero no se encontraba en un cómodo pinar con algo de humedad; era una espesa selva de zarzas y matojos empapada literalmente de agua. Todas las hojas brillaban, el suelo cubierto de hojas semipodridas era barro mojado, las pendientes resbaladizas, sólo se podía transitar reptando por los pasillos de los jabalís y encima la zona estaba tan tomada que parecia que allí viviese un regimiento de cochinos.
Saco el perro, atraillado, vamos al camino y enseguida coge el rastro.Apenas hemos distinguido una gotita de sangre entre tanta agua, y el perro que se enreda constantemente, que pasamos del ir agachados , a de rodillas,y ya no se puede pasar, por lo que suelto el perro que sale zascandileando a su aire, olvidado el rastro que llevábamos y cogiendo otro hasta que le llamo. Mueve bastante terreno (oimos el cascabel) hasta que late a parado a unos 60 metros. Viene en mi busca y vuelve a partir y vuelta a ladrar. Nos enfilamos reptando y poniéndonos perdidos de barro y agua durante unos minutos que se hacen eternos, enganchandonos en cada zarza, hasta llegar cerca de la ladra. Preparamos el arma haciendonos sitio para estar por lo menos sentados, y el cascabel y los ladridos que se alejan (bastante lejos). Al rato Mathews vuelve, después de corretear al menos otros dos cochinos. Deshacer el camino vistos los terraplenes enlodados por los que nos hemos deslizado parece inviable, por lo que intentamos atrochar hasta una regatera en la que la montaña baja de nivel, cerca de la carretera. Llegamos empapados y ateridos, llenos de barro como mineros y al rato aparece Mathews al que el agua, el terreno y cierta tendencia a perseguir guarros hoy no le han hecho tener suerte. Decidimos visto el panorama venir mañana y dedicarnos al otro jabali.
Después de la sudada, empapados ,cayéndonos la helada y después del fracaso no están los
ánimos pletóricos, pero nos metemos en la regata donde le han tirado. El terreno igual de mojado , sucio y ni una puñetera gota de sangre. El arquero dice que cree haberle pegado bien y suelto otra vez a Mathews. A los 2 minutos ladra fuertemente y nos acercamos. Es una estupenda hembra de unos 75 kilos que nos cuesta un mundo sacar de allí (me gustan los toboganes, pero no cuesta arriba ni cargado). El perro ha cazado por vientos, lo cual no me hace gracia, aunque quizá era la única manera con toda esta agua en el suelo y en el ambiente. De todas formas, sin el perro NO la hubiésemos encontrado.
Al final se pudo hacer el trabajo (al 50%) y mis amigos quedaron contentos (vaya noche tuvo Antonio, ya pondré fotos cuando me las pase), quedándome una cierta sensación agridulce en la boca.Como dice la canción, una de cal...
Jose Ignacio Cenizo