Los dos últimos años no han sido fáciles. Por distintos motivos poco o nada de mi tiempo he podido dedicar a la educación de mis perros. Algún que otro rastreo suelto, generalmente sobre piezas fáciles y poco más.
A ello se sumó la enfermedad de Runa, mi perra favorita y matriarca de una estupenda línea de trabajo. El pasado 29 de noviembre tuve que tomar la dolorosa decisión terminar con su sufrimiento. He tenido muchos perros en mi vida, pero pocos tocaron mi corazón y el de mi familia como lo hizo esta perra a la que mi hija bautizó como "la perra favorita". Difícilmente tendré un animal de su arrojo, pundonor, nariz y carácter en la caza y a la par que dulzura y cariño con la familia.
A lo largo de estos dos años horribles decidí decantarme por Telva, una perra nieta de Runa, muy distinta de su abuela, de muy buen carácter pero mucho más ligera y prudente. Con ella he cobrado varios jabalíes y corzos, generalmente muy fáciles, con lo que no podía estar muy seguro de su capacidad para afrontar situaciones realmente complicadas, pero hoy se ha producido una de esas y os la voy a contar.
El caso es que desde hace meses vengo recogiendo algunas muestras de corzos para un trabajo de investigación que tengo en marcha, de modo que voy de coto en coto a la búsqueda de los correspondientes cadáveres de las que tomarlas. En estos viajes me acompaña la pequeña Telva y algún que otro rastro le va tocando. Nada del otro mundo.
Hoy por la mañana me desplacé a Villayón, donde tenía lugar una cacería de corzas en una zona con problemas por daños a los cultivos, en la que hay que intentar eliminarlas sin duelo. Allí llegué a las 9.00 cuando el cazador encargado se disponía a realizar una entrada a un trío de corzos que regresaban a sus encames en las proximidades de un frondoso pinar de Pinus radiata. Realizó tres disparos y por lo que vimos revolcó una de las corzas. Como se habían dejado el walkie no oyeron mi petición de no pisotear el rastro, como siempre.
Me llegué hasta ellos y comprobé que tenían una corza muestra con un feo tiro trasero, que traían arrastrándola por una vereda del pinar. Al llegar a ellos me indicaron que pensaban que había herido a otra de las corzas.
Revisando la zona confirmé que en efecto se percibía un lugar donde un corzo había caído, apreciándose sangre y pelo. Decidí que Telva tendría su oportunidad.
El día amenazaba una fuerte lluvia, así que no demoré demasiado todo. Atraillé a la perra y llegué al punto anteiror para comprobar que me había arrastrado la corza muerta sobre el anschuss. Interrogué al cazador por la dirección de huida pero no estaba muy seguro ya que eran dos las corzas y no podría afirmar cuál era la herida.
Me adentré en el pinar y le dí cuerda a Telva. En seguida marcó un rastro con entusiasmo, pero no veía ningún signo de que fuera la corza herida. Pronto Telva dio la vuelta y corrigió su rastro. Ahora sí veía que el animal que perseguía perdía algún pie al huir cuesta abajo. Más adelante empecé a ver algo de sangre, muy roja y limpia. Casi apostaba de que la herida iba en una pata, y era baja.
El rastro continuaba y la perra iba firme. Pronto vi que se adentraba en una ladera escarpada que daba vista a una carretera que bordea una de las reculas del embalse se Arbón. Le indiqué al cazador que se dirigiera hacia allí y buscase algún claro ya que iba a liberar a Telva.
Esperé hasta que confirmé por la emisora que el tirador estaba en posición y solté a la perra. Esta había mostrado gran nerviosismo y pensé que la corza estaría tumbada debajo de alguna de las peñas, pero no fue así. Telva faldeó con decisión. Oía su campanilla tintinear. En algún momento decidió regresar.
Otro podría pensar que la perra abandonaba el rastro pero conozco a Telva y sabía que había localizado a la corza y que debía estar viva, viniendo a buscar mi apoyo. Como pude descendí por aquellas peñas y de nuevo Telva se adelantó. Veía la orilla del embalse y podía caminar por una de esas veredas que trazan los animales en la maleza. De pronto, a no más de 25 metros por delante de mi posición Telva empezó a latir y vi que desencamaba a la corza y la acometía en dirección al agua. Alerté al tirador viendo que corza y perra se tiraban al agua.
Telva nadaba con decisión mordiendo las ancas de la corza. Viendo que aquello podía tener peligro para la perra la llamé con firmeza. Una de las virtudes de esta perrina es la obediencia y no dudó en cesar en el acoso y regresar a la orilla.
Cuando la corza alcanzó la contraria el cazador acabó con su vida. La corza anduvo unos 300 metros sin parar desde el anschuss al encame. La dificultad mayor estuvo en la contaminación del rastro y los fresco del trazado por la corza sana.
Foto: sacando la corza recién muerta en la orilla contraria.
Desandamos el camino, ya mucho más tranquilos, y tras cruzar en embalse Telva pudo tocar pieza
Como se ve la herida original afectaba tan sólo al metatarso de la pata derecha. Poca herida. Quiso la fortuna que la perra acometiera a la corza hacia el agua y que el tirador, en esta ocasión, estuviera en su sitio.
Veremos como continúa Telva y si puedo os puedo ir contando algunas cosas más.
Saludos
Gerardo Pajares