Os paso a contar un rastro que comenzó siendo H22 y terminó en un H33.
El martes a las 9:00 de la mañana recibo una llamada de un amigo diciéndome que la pasada noche había disparado un buen guarro el cual no encontraron después de buscar unos 80 metros. En ese momento, él iba de camino al sitio a reanudar la búsqueda y me llamaba para decirme que si quería ir con Kaiser para hacerle un “rastro de entrenamiento” porque el guarro “seguro” que estaba muerto cerca de allí, pues daba mucha sangre inicialmente y había encontrado algún girón de grasa en los juncos de la charca.
La ocasión para entrenar a Kaiser parecía muy buena, pero tenía una reunión a las 9:30 y no podía acudir a su llamada. Quedé con él en que me enviara fotos del macareno cuando lo encontrara y ya lo celebraríamos convenientemente.
A las 12:00 me vuelve a llamar diciéndome que al guarro se lo había tragado la tierra, que no lo encontraba en un radio de unos 300 metros que es la distancia que había hasta la alambrada más cercana en la dirección de huida, donde tenía controladas un par de gateras muy tomadas. Le digo que no insista más, que lo deje y que iremos a rastrearlo cuando caiga la tarde: HAY RASTRO
A las 8 de la tarde recojo a Kaiser y al cazador, explicándome de camino cómo había sido el lance. Se trata de un disparo con un 300 WM con bala de punta de plástico de 180 grains. Supuestamente le ha dado al guarro de lado con un tiro bajo de panza, huyendo el animal hacia la charca, la cual atraviesa por un lado con poco profundidad y con juncos bajos, saliendo por el otro lado en dirección oeste. La finca es ondulada, con vegetación de matorral, principalmente escobas y pastos, con alguna encina.
Llegando al sitio a eso de las 20:45, miro la temperatura y estamos a 37º, con viento de cara en la dirección de huida. En el anschuss, situado al borde una charca efectivamente veo un par de manchurrones de sangre, pero no encuentro nada más, ni pelo, ni trozos de grasa, ni de tripa. También veo en los juncos manchas de sangre a una altura de unos 30 centímetros.
Después de inspeccionar el anschuss, Kaiser y yo nos ponemos “al lío”, tomando el rastro Kaiser por los pasos del macareno, cruzando la charca, pero al no llevar botas de agua, lo desvío por el borde hasta la salida, donde puedo ver el buen tamaño de la pisada del guarro y más juncos manchados de sangre. A ese lado de la charca, Kaiser vuelve a coger el rastro correcto, bordeándola y de repente empieza a ir por una zona limpia de pasto en la que ya no veo sangre, pero seguimos adelante.
Le indico al cazador que la ausencia de sangre y la actitud del perro que no bajaba la nariz, me hacía dudar de que fuéramos por el rastro correcto, a lo que me indica que sí, que esa era la dirección por la que vieron huir al animal. Vamos bien!!
A unos 50 metros veo dos gotitas de sangre en una piedra, se las indicamos al cazador y le digo que a partir de ahí él también fuera buscando sangre para confirmar que íbamos bien. Llegando a la alambrada anterior, (a 300 metros del anschuss) hacía tiempo que no veía ningún indicio del paso del guarro, pero Kaiser me indica una gatera en la que sí encontramos pasto con manchas de sangre. Bien!!!. Miro hacia atrás buscando al cazador para indicárselo y no lo veo. Le espero y veo que se encuentra a unos 100 metros más arriba buscando indicios en la gatera que él suponía que había tomado el guarro. Le llamo para decirle que se baje, que habíamos encontrado sangre en la gatera correcta. Incrédulo baja y al ver que era cierto, le da un subidón de moral y me dice que a partir de ahora deja de buscar por su cuenta y que seguirá el camino que marque el perro.
Al saltar la alambrada, proseguimos el rastreo en dirección oeste con el viento de cara en todo momento y de nuevo dejo de ver sangre, pero como hasta ahora Kaiser me ha callado la boca, le dejo hacer y me limito a ir por dónde él me lleva.
A unos 650 metros Kaiser me indica una cama, en la que además de sangre, encuentro restos de contenido intestinal manchado de sangre. Se confirma el tiro de panza y seguimos adelante.
A unos 50 metros de esa cama, Kaiser me vuelve a indicar otra, también con sangre seca, pero esta vez sin más indicios. Le vuelvo a felicitar y marco la cama en el GPS. En ese momento veo al perro jadeando por el trabajo con tanto calor y al buscar la botella de agua, me doy cuenta de que me la he dejado en el coche. Para matarme!!.
Le “pido perdón” al perro y nos ponemos otra vez en marcha encontrando otra cama situada a unos 20 metros. El guarro tenía que ir muy mal para acostarse tan seguido. En ese momento paramos para que Kaiser descanse un poco y me pongo a revisar las entradas y salidas de las tres últimas camas. No hay sangre en ningún otro sitio que no sean en las propias camas, lo cual me hace pensar que el agujero se tapona al ponerse el animal en movimiento y se abre cuando se acuesta, oprimida la sangre con su propio peso. No hay duda ya, tiro de panza, quizás sin salida.
Nos fumamos un cigarro mientras Kaiser tumbado se recupera algo, e iniciamos el rastro de nuevo desde la última cama. Más adelante volvemos a encontrar otra cama a otros 15 o 20 metros de la anterior, por lo que seguimos el camino que Kaiser propone. Él manda, claro está. Cruzamos un arroyo seco, de lanchas de pizarra, donde esperaba encontrar algo de agua para darle a Kaiser, pero nada. Sobre las pizarras tampoco veo ninguna gota de sangre. Un poco más adelante me doy cuenta de Kaiser está yendo por veredas, cosa que hasta ahora no había hecho el guarro, lo cual me hace dudar y puesto que se nos está haciendo de noche, paramos para reflexionar. Siendo normal que el animal con ese tiro buscase el agua, caemos en que aún nos queda unos 800 metros hasta el río, por lo que decidimos dejarlo por hoy y reanudar el rastro al día siguiente.
De vuelta al coche, mi amigo me cuenta que no se podía creer lo que había hecho y resuelto el perro hasta entonces. Siempre me ha visto con Kaiser, pero nunca lo ha visto trabajar. Ni a Kaiser, ni a ningún “verdadero” perro de sangre, por lo que no me extrañan sus alabanzas.
A la mañana siguiente, me habría gustado continuar casi al amanecer, pero por distintas circunstancias, no podemos empezar a rastrear hasta las 9:30, es decir, H33. Ya hace calor, pero nada comparable con el bochorno de ayer. El aire ha cambiado a NE y ahora lo tenemos mejor para rastrear. Le expliqué a mi amigo que empezaríamos no en la última sangre que vimos, sino un par de camas antes. Total, eran unos cincuenta metros más de rastro, pero me servirían para confirmar que Kaiser había retomado el rastro correcto y a Kaiser le serviría para centrase de nuevo en su búsqueda.
A partir de ahí, con energías renovadas, y mejores condiciones ambientales, el perro fue como la seda. El camino que cogió el perro hasta el arroyo seco, fue el mismo que hizo la tarde anterior, pero esta vez ya con el hocico en tierra. Cruzamos el arroyo por el mismo sitio, pero 20 metros más allá, Kaiser no cogió ninguna vereda, sino que siguió ligeramente hacia la derecha, subiendo un ligero repecho hasta llegar a los pies de una encina unos 80 metros más allá en la que me señaló otra cama. No me lo podía creer, después de insistirle en que me lo “confirmarse”, le felicité y animé a seguir buscando. A paso ligero, casi corriendo, me llevó hasta los pies de otra encina, situada a 60 metros de la anterior, en la que el guarro también se había parado y dejado restos de sangre. Qué gozada!!. Me confirma la sangre y para adelante, pero de buenas a primeras Kaiser tuerce 90 grados a la izquierda y a contra pendiente. ¿Pero qué estaba haciendo ese guarro?
Veo que Kaiser se dirige hacia otra encina situada 50 metros más allá. Parece que el guarro va buscando la sombra de las encinas en su caminar hacia el río. Y efectivamente, en la siguiente encina volvemos a encontrar otra cama, pero esta vez Kaiser no se detiene y se gira a su izquierda, avanza ladera abajo 10 metros y se para con el morro hacia arriba. Había encontrado el guarro, un morlaco de impresión, que ya no pudo subir más y se había refugiado en un pegotón de escobas que se encontraba más abajo de la encina.
Qué alegría, no me lo podía creer. Mi cachorrón se había doctorado con un rastro complicadísimo!!!
Me abracé al cazador y este se comía a besos a Kaiser
Estos últimos 300 metros desde la cama que vimos por la tarde, los resolvió Kaiser en apenas 15 minutos, por lo que me reafirmó en la buena decisión que tomamos la tarde anterior abandonando el rastro. Estaba claro que era preferible tener mejores condiciones ambientales aunque eso supusiese más horas de antigüedad.
Como sospechábamos, el guarro tenía un tiro de atrás hacia adelante que le había entrado un dedo por encima del “pincel” sin salida. Un mal tiro que sin la ayuda de un perro de sangre, habría supuesto la pérdida de tan magnífico animal.
El campeón con su trofeo
El feliz cazador