Este es un relato que colgué el año pasado en la web de la ACE pero puede que haya quien no lo hay leido.
Apunta bien y tira cerca...
Como ya os conté hace días este año se empezó en a cazar con arco en Asturias. El pasado año celebramos un curso de formación para obtener el título de Cazador Arquero Cualificado en el que además de aprender mucho nos permitió conocernos a unos cuantos. Nunca podremos agradecérselo bastante al Rubén y Antonio el haberse desplazado a Luarca.
En esos días coincidimos, como os digo, con otros arqueros y cazadores y algún cazador-arquero. Más tarde, al redactar los planes de caza, tuvimos la previsión de incluir la caza con arco como una modalidad autorizada en varios cotos regionales. Nosotros tenemos autorizada la caza de corzas en rececho durante los meses de diciembre, enero y febrero, así que con ellas iniciamos los intentos de caza.
Santi inauguró la temporada haciéndose con una corza. Ahora le tocaba turno a otro asistente al curso, José Manuel, que a se iba a batir el cobre por los montes valdesanos a probar suerte.
Ayer lo intentó sin fortuna ya que el viento, que soplaba con rachas de hasta 90 km/h lo impedía totalmente. Esta mañana tuvo varios lances pero ninguno cuajó. El más próximo lo llegó a tener en un disparo que no hizo por estar la pieza a 40 metros.
Esta tarde, a las 15:00, recechando vieron una pareja de corzos pastando al sol de la tarde. Tras una sencilla entrada llegaron a un talud. Imposible seguir avanzando. El medidor de distancia daba casi 60 metros. Una locura. El tiempo pasaba y los nervios de dos días de caza iban haciendo mella. Oscar, el guarda, tentó a José Manuel para ver si se atrevía a un disparo lejano. El zorro del guarda sabía que tenía un as en la manga. Tras discutir brevemente se decidieron a intentar esta locura.
José Manuel abrió el arco, colocó el pin de 50m en la paletilla de la corza, alzó algo más el arco, corrigió, serenó el pulso y soltó. La flecha voló hacia la corza que, a pesar de la distancia, hizo un string jumping de campeonato. Al oir al suelta o el vuelo de la flecha se agachó hasta que su vientre tocó el suelo a la vez que daba un paso hacia adelante y saltaba. La flecha se clavó en el suelo.
Oscar adivinó un gesto extraño en la corza, apreció en la huida una ostensible cojera. El cazador, algo descompuesto, ya que por él no hubiera tirado, fue a trancas y barrancas al tiro. En la flecha había una leve muestra de sangre y algo de pelo. Oscar siguió unos 120 metros por donde la corza había huido y no halló ni una sola gota del rojo elemento.
En ese momento me llamaron por teléfono. Me dieron una pequeña referencia de la circunstancia y Oscar me pidió que me acercara con Runa y que llevase también el equipo de radio seguimiento ya que según él la cosa podía ponerse muy fea y a lo mejor era necesario soltar la perra.
Yo en ese momento estaba en el monte intentando controlar una familia de corzos con los que tenemos una cuestión pendiente. Recogí los trastos y me llegué a casa. De caminó fui meditando, era el momento de que Senda, una cachorra de 10 meses, fuese velando armas. Al llegar a casa las consabidas explicaciones a mi santa en los que podía ser un "hasta mañana cielo", mudarme de ropa para poner cuatro andrajos para romper, echar un rifle, las correas, las antenas y collares, el cajón y a Runa y su cachorra.
A las 16:30, más o menos, llegaba al punto de encuentro. Examiné la flecha y discutimos el lance, intercambiamos palabras quedando claro que lo hecho no era lo correcto. Ahora veríamos.
Entramos al punto del monte donde entró la corza y entre que estaba pisado por Oscar y que allí no había no gota de sangre la perra iba sí pero como floja. Ella iba buscando más por el viento que por el rastro. esto es muy habitual en perros maestros y descoloca al inexperto. La perra, al colocarle la correa y el collar sabe que hay una pieza herida y trata de confirmarlo por todos los medios. En muchas ocasiones el perro no sigue la huella sino el efluvio y este puede ser movido por la brisa y percibirse mejor por alto que por bajo. Pues bien, así iba siguiendo la perra el rastro. De pronto, en un punto de un bosque de castaños, bajó la nariz y emitió el ladrido de rabia que denota el hallazgo de la sangre. Ese momento es el que da ilusión al perro y al conductor. Confirmé que la sangre, aunque abundante, era claramente venosa y que las cosas no iban a ser sencillas.
El rastro era claro, la corza sangraba y de vez en cuando se caía. La herida era en una pata trasera. El rastro continuó siendo abundante en sangre durante unos centenares de metros hasta que descubrimos la cama recién abandonada. Tras un charcón de sangre el rastro se venía a nada. La perra iba lanzada y yo sé que ella ya no iba a cambiarse. Entre tanto Senda iba pasando en ocasiones por delante de Runa y cantaba con claridad el rastro. ¡Parece que aquí va a haber perra!
Hago aquí un alto para confirmar lo que había leído en tratados de rastreo con perro en herida causadas por arco. El rastreo es más difícil, en muchos casos, a pesar de una inicial abundante hemorragia, esta se viene a nada. En otras palabras, parece que la herida se tapa. Esto no sucede en heridas con arma de fuego. La flecha ocasiona menos estrés y la herida sangra más, ahora bien, como inicie una huida... la cosa se pone fea. En otro momento recomendaré el último libro que ha caido en mis manos sobre ratreo (me refería al de Jeanneney).
La corza tomó el bosque cuesta abajo, cruzó una pista y luego otra. En la segunda, a pesar de que la corza no daba sangre y de que la perra lo marcaba bien, llegamos a un momento de duda. ¿Se habría cruzado el macho que había en el prado y al que la corza estuvo reclamando tras ser herida? e ¿íbamos perdidos? Volvimos atrás, marcamos la última sangre y dejamos de nuevo trabajar a Runa.
En este tiempo la perra demostró estar baja de forma. Desde que saqué la última camada con 7 cachorros la noto más floja. Era cosa de ir lento pero ella es todo corazón.
Volvimos a encontrar el rastro tras quizás 15 minutos de despiste humano ya que estaba donde la perra lo marcaba. Una gota de sangre sirvió para recobrar fuerzas. De nuevo hacia abajo. La corza se tiró por un arroyo pero repechó por una cuesta casi imposible. Hubiera jurado que la corza debía estar muerta en el fondo, pero no. Si no hubiese sido por que vimos algo de sangre y por Runa no habríamos pensado que esa era la ruta de huida.
Seguimos hacia arriba. La corza va muy entera. Llevamos una hora con el rastro y aún no la hemos visto. De pronto, entre unos castaños vemos en un trasluzón algo. Pero no, el rastro lleva otra dirección. Algún corzo hemos desencamado. Runa y Senda siguen en el rastro sin problemas y ya no volvemos a dudar. Eso nos lleva a un apretado de tojos. La conclusión es clara: en su interior se ha encamado la pieza. Intento rodear la maleza. El monte ha dejado de ser de castaños para ser un pinar, en realidad un infierno, una maraña de tojos, zarza y maleza que a duras penas nos permiten ver y andar. Al entrar la perra escucho, o más bien siento, el golpe seco del salto de huida de la corza. Intento desesperadamente buscar hueco para echarle el ojo y hacerle llegar una bala. Imposible. Aún escucho el arrastrar de ramas y hojas no lejos de mi pero no la veo.
Seguimos avanzando. El rastro es firme, sin una gota de sangre, pero Runa no se cambia. Llegamos a otro valle, la solana es de eucalipto y la umbría de castaños. El castañedo está repleto de rascaderos frecos de corzo; esto está petado. Intento mejorarme pensando que la corza huirá hacia abajo.Fallo. La corza busca altura y de pronto regresa hacia donde empezó todo. Más mal que bien, cada vez con menos luz, iniciamos otra estrategia. Ahora es ya Oscar quien lleva a Runa y yo a Senda. Él va en el rastro y José Manuel y yo intentaremos atajar a la corza que sigue muy entera.
El rastro conduce de nuevo a otro apretado. Nos preparamos. Nada. No obstante la corza parece que afloja. Son ya 2 horas de persecución. Empieza a buscar el terreno más prieto, a escurrirse por huecos y cosas así.
Oscar deshace el rastro con prisa, la noche ya se adivina. Llegamos otra vez a un punto próximo a donde encontramos la primera sangre. Hay que forzarla a romper por donde no quiere o la noche nos impedirá trabajar. José Manuel y yo nos colocamos pechoenfrente de la mata donde adivinamos que debe haberse encamado. Runa ladra furiosa prendida de la correa. Oscar le cede quizás unos 3 metros más y ella, con decisión entra y de pronto atenaza y bloquea definitivamente a la corza. Nosotros desde enfrete escuchamos el lastimero ladrido de muerte de la corza al ser apresada. A Oscar no le resta más que sacar la navaja y dar fin al lance. Son las 18:45 Runa, una vez más, ha resuelto un difícil situación.
Este es el as que Oscar se guardaba en la manga. Runa y su saga. Unos teckels de un coraje y una habilidad enorme en el rastreo. Pero lo más grande no es que llegase a coger a la pieza, lo ha hecho con muchas, lo grande, la proeza es que lo hizo estando fuera de forma y con una herida, que en fin... en realidad no pasaba de un rasguño y si no juzguen.
Nota: una semana más tarde diagnosticamos a Runa con un envenenamiento por raticida. Esa era la causa de su debilidad. Afortunadamente llegamos a tiempo de salvarla y tras un mes de tratamiento se restableció totalmente.
Saludos
Gerardo Pajares