Os cuento como fue el primer rastro de uno de mis perros. En él se pueden apreciar algunos errores de los que vas obteniendo experiencia para tu "mochila" personal.
Con dos años de edad Nuba, una teckel estándar de pelo duro, me ha acompañado al monte en varias ocasiones y ha mordido algunas piezas, pero nunca ha tenido oportunidad de seguir el rastro real de una pieza herida. Y el caso es que, para ser su primera vez, las cosas no pintan nada bien: un corzo con un tiro de tripa a corta distancia, con un 7 mmRM, un secarral de pinos y brezos y un calor que se caen los pájaros.
Ha transcurrido una hora desde el disparo y me acerco a la zona del lance. Una vez allí saco a Nuba, a la que le pongo una traílla de seis metros, cuelgo el rifle al hombro, me pongo unos guantes y entramos al monte con la idea de cortar el rastro antes del anschuss. La perra va muy ansiosa, corriendo en todas direcciones, y esto dificulta el avance entre brezos y espineras. Tras un pequeño rodeo corta el rastro del corzo donde lo había visto por primera vez. La perra, tirando como una desposeída, sigue el rastro sin dificultad hasta el lugar del disparo, donde tras buscar y rebuscar no encuentro ningún indicio. La dejo continuar y sale al camino saltando sobre los brezos, pasa por encima del reguero de contenido estomacal que cruza el camino, y que yo había visto tras el disparo, sin hacerle mucho caso y sube al pinar por una gatera en la que se observan claramente las patadas recientes del corzo. La perra va con la nariz abajo y con mucha fijeza, tirando de la traílla con continuos pequeños saltos. Aunque no hemos recorrido ni 100 metros ya lleva la lengua fuera. El aire nos viene por la espalda, mientras avanzamos por la parte más limpia del pinar, y cuando estamos a unos 30 metros de un apretón de brezos veo del otro lado, y a unos 100 metros de nosotros, como se escabulle el corzo caminando de forma lastimera, trazando un arco hacia la derecha perdiéndose rápidamente entre la maleza. Es una visión fugaz y sin opciones de tiro ya que, al no esperar un desencame tan cercano al anschuss, me ha pillado totalmente desprevenido. Quizás vamos demasiado rápido “¡¡ suave, suave….!!”. Seguimos adelante y la perra comienza a girar rodeando la mata por la izquierda, para unos metros más adelante meterse en ella y cruzarla. A la salida encontramos la cama y en ella una gran mancha de sangre húmeda y algunos pelos. Esto me hace pensar que quizás el corzo pueda tener una herida de mayor consideración de lo que yo pensaba. Al reanudar la marcha surge la duda. La perra se empeña en continuar hacia la izquierda. “¿Cómo es posible que yo vea al corzo ir hacia la derecha y tú quieras seguir por la izquierda?” ¡Ni me mira!. La dejo seguir y tras recorrer 30 ó 40 metros, y pensando que pudiera ser el rastro de la corza, decido retroceder hasta la cama. Nuba insiste en ese rastro y tengo que obligarla a ir hacia el lugar donde he visto el corzo. Damos varios cortes sin ningún resultado. Volvemos a la cama y nada. La perra está desencajada y decido acercarme al coche para refrescarla. Son las 10:30 y la brisa es sofocante.
Comenzamos de nuevo desde el camino y al llegar al punto de observación del corzo tomo referencias que me sirvan de orientación más adelante. Me doy cuenta que he estado buscando el rastro demasiado cerca y a la derecha. Empiezo a pensar que la dirección que llevaba la perra puede ser la correcta, y esto me anima. La perra desenreda el rastro igual que lo había hecho la primera vez, y una vez sobrepasada la cama gira a la izquierda -lo que desde el punto de observación es casi de frente-. Continuamos el rastro por una trocha que nos aleja cada vez más de las referencias tomadas. Volvemos entonces hacia la cama, pero esta vez llevando el rastro al revés. Ya llegando Nuba ralentiza el paso y se desvía llevándome a pasar al lado de la última referencia. “¡¡ Muy bien la perruca !!”. Este si puede ser el buen rastro y tira de él con decisión y fijeza. El monte comienza a cerrarse de brezos altos y es todo igual a nuestro alrededor. Una pequeña parada para amarrar el extremo de la traílla al cinturón, como precaución, y coger el arma. Continuamos así unos 200 metros en los que no veo indicio alguno y, aunque la perra va muy firme y concentrada, mi ánimo se va enfriando. De pronto veo delante de mi, estirada sobre los brezos, unos tres metros de esa cuerda naranja que se utiliza habitualmente en las labores del campo, y al final de esta encuentro un trozo de tripa. “No es cuerda, es un trozo de tripa que al engancharse quedó ahí estirada…..” “¡¡Muy bien la perruca!!”. Nuba sigue tirando del rastro con vehemencia y, tras otro giro a la izquierda, se para sobre otra cama, también impregnada en sangre, para continuar con ánimos redoblados y latiendo el rastro esporádicamente. Un poco más adelante, ya en monte muy cerrado, encontramos una tercera cama casi sin sangre. La perra va ahora latiendo el rastro constantemente y muy excitada. Voy pensando que el corzo no puede estar muy lejos, y de repente el monte comienza a despejarse y salimos a un claro. La perra entra decidida y tras recorrer unos metros comienza a dar vueltas y a levantar la nariz. “¡¡Se ha dejado el rastro atrás,….debemos volver a la última cama!!” Me giro y el alma se me cae a los pies. No se por donde hemos salido al claro y tampoco he marcado absolutamente nada del rastro. Cojo a Nuba en brazos y me dirijo hacia el monte buscando nuestras pisadas. Al llegar al borde la perra comienza a retorcerse y a ladrar. La dejo en el suelo y se adentra latiendo en la espesura, y yo corriendo detrás. A los pocos metros, a nuestra derecha, se levanta una corza que se va protestando con dos ladridos. La traílla se destensa y me encuentro a la perra encima del corzo, que se levanta y aleja torpemente. Suelto entonces a Nuba, que está como loca, y sale disparada. “!!Anda con él¡¡” Sigo los ladridos y gruñidos y la encuentro de nuevo sobre el corzo, que yace moribundo. Tras terminar con el sufrimiento del animal observo el tiro; un rozón en la parte inferior del pecho que le ha roto el esternón, y la tripa rasgada posiblemente por una esquirla. Siento retumbar el suelo y oigo romper el monte a mi espalda, me incorporo y veo la hembra a escasos metros. Me observa durante unos segundos con las orejas desplegadas, resopla un par de veces y, tras darse la vuelta, desaparece dando saltos entre los brezos. Entre tanto la perra no se separa del corzo, es suyo y si lo muevo lo sujeta con la boca y las patas. “!!Muy bien la perruca, muy bien….¡¡” Va a ser duro sacar este corzo de aquí con ella tirando en dirección contraria. Y lo fue, …vaya que si lo fue.
Un cordial saludo