Esta tarde me llamó el guarda mayor de la cuenca del Esva para comentarme que iba a salir a los jabalíes en la Reserva de Barayo en una operación de control de población. Me lo comentaba porque servidor le había pedido ayuda para obtener algo de sangre y piel de jabalí para preparar a Senda, una teckel de pelo duro que está empezando.
A las 19.30 me llamaba nervioso para darme cuenta de que había disparado a un jabalí y que se le había ido herido.
Decidí llevar a Senda ya que a fin de cuentas el jabalí parecía bien pegado y era la perra a poner. Dicho y hecho. Al llegar me encontré a Elicio, que así se llama el guarda, esperando en una pista, portando su arma reglamentaria, y enseguida me dió cuenta del lance. Opinaba que se trataba de un jabalí macho, al que había disparado con su 30.06, que se arrancó al tiro, pareciéndole que al correr perdía una mano. Se introdujo en un pequeño monte de pinos y matorral y no lo había visto salir. Suponíamos que estaría muerto.
Llegamos al punto de impacto donde se distinguía con claridad en arreón del arranque del jabalí, sin rastro alguno de sangre. La perra pareció despistarse ininialmente buscando lo que probablemente era el rastro fresco de la entrada. La coloqué en el rastro de salida, donde se distinguía con claridad que el jabalí iba en tres bielas, e iba perdiendo pie al correr.
El rastro conducía a un tunel de maleza en el monte que la perra enfocó sin dudarlo. Tensé la correa y ella pedía. En consecuencia entramos unos metros en el matorral. Finalmente, en una especie de claro, pude ver el bulto inerte del guarro. Senda llegó a él y se puso a olerlo, más tarde comenzó a morderlo pero sin demasiada saña. En todo caso encontró su guarro en un rastreo, sumamente sencillo, de unos 180 metros.
Veo progresos en esta perra.
Saludos
Gerardo Pajares