Como os prometí, y aunque un poco tarde, ahí vá la segunda dosis de campo de mi perra.
Día 18, luna llena. Son las 20h, el cielo raso. Al norte la falda cerrada de jaras, madroños y encina, todo muy apretado, y encames de mis deseados visitantes. De Este a Oeste, camino cortafuegos, que separa monte de siembra, y al sur Trigo,veza y yo que sé más, con valla de protección para todo lo que no sea cochino.
Hoy la perra, parece saber a lo que viene. Se sienta muy atenta, controlando la solana. Hasta las 22h, nos visitan las ciervas y dos liebres en celo, que a escasos dos metros nos hacen todo tipo de piruetas, sin importarles lo más mínimo nuestra presencia. El viento sopla norte, como siempre cuando cae la noche. La Pepa aguanta más o menos bien con simples correcciones. Sale una luna grande color naranja, por mi izquierda, y dos cochinos por mi derecha. Los prismáticos me dicen que no hace falta el rifle. La piara acaba saliendo al completo, dandonos el aire, por lo que no pierdo la ocasión de informar a la compañera, de que ese es el objetivo. Me dice mirandome que lo que yo diga, faltaba más.
Ya queda por mi derecha un poco de atardecer, mientras por mi izquierda, la luna vá cogiendo fuerza. Un cochino deja el sembrado y a trote se vá para el monte. Me dá tiempo a ver que es un macho solo, y le disparo con precipitación, cosa que nunca hay que hacer si quieres cobrarlo. La perra, que a Dios gracias, lo ha visto todo, no se inmuta al tiro. Bien.
Son ya las 24,30h, y hemos dejado pasar dos piaras más, pero éstas con un comportamiento más prudente. Mucho más lejos, y sin perder tiempo. Cambia el aire a levante, caracolea y aireamos la mancha. Así una hora. Nada más que hacer. Pero nó, un zorro cruza el camino a mi izquierda, y viene con el careo de las liebres. El zorro es presa mayor para mí, y nos viene dando el aire, lo que no es raro, debido a los gañidos de las liebres. Hoy el zorro caza de oído, lo que es un error garrafal para él.
A los que teneis más experiencia con los Teckel: Al tiro, levanto a la perra y me la llevo de correa al rastro caliente. Lo toma enseguida nariz al suelo y a contra aire, dá con él, y tras olerlo fríamente me llevé al puesto al zorro con la perra colgando de él. Era el primer zorro que olía en su vida, pero quería devorarlo con rabia. Me costó sacarla de la presa.
¿Es normal ese comportamiento? Mientras nos subíamos al coche, seguía mirándole con cara de pocos amigos.
Un saludo de Pedro Camacho Ruiz.